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martes, 28 de abril de 2009

El sosiego del silencio


Camino por parajes azulejos, incandescente luna.
Las marchitas hojas del suelo crujen,
su eco se levanta hasta las ramas en las que un día nacieron.

Los árboles pareces sedientos, taciturnos,
observando su alrededor sin poder trasmutar emociones.

Un paisaje embelesador,
se paraliza perplejo cuando mis pies visitan esta morada.

Esta insana confusión me derrumba sobre recuerdos entrecortados,
agitada,
con nudos invisibles que van desde mi abdomen hasta mi garganta y me dejan exhausta,
contemplando la lluvia de estrellas.

Aquí es donde mi razón no puede explicar lo sucedido,
es precisamente en este momento en que disfruto de mis fantasías inconscientes.

Me levito repentinamente,
dejo mi cuerpo a la voluntad del viento,
alcanzando un hermoso lago pasivo,
fastuoso, sublime.

Mis pies comienzan a deleitarse con su temperatura,
mis rodillas se regocijan de placer al sumergirse en él.
Mis muslos, mi cadera, mi dorso, mis hombros, mi rostro,
todo mi cuerpo se empapa del esplendor de su agua.

Naufragando por minutos que parecen eternos,
la vestidura se desmenuza,
voy adquiriendo un tenue color púrpura,
mi respiración va cediendo,
todo mi miedo se va evaporando junto a fragmentos visuales, olfativos.

Me convierto en gélidas partículas de H2O,
mi existencia: impávidos estados nocturnos,
incorpóreos sentimientos que ya no pueden ser fragmentados.