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martes, 1 de abril de 2014

Crónica de la desesperación

Se desplegó mi alma para quedarse en el andén.
Seguía mis pies descontrolados, controlando las náuseas, evitando las lágrimas.

Sentí una tristeza descarada, 
el miedo corroía mis dedos hundidos en mi frente.
El cielo escuchó mis más remotos quejidos, 
los arboles quedaron estáticos cuando me desplomé en sus raíces.

Odié las estrellas, 
odié las promesas, 
odié mi nombre.

Cuando dormía, me despertaban los cariños exiliados.
Cuando despertaba, me golpeaba una culpa otorgada, cedida como un regalo.

Quise intercambiar mis zapatos, correr en dirección contraria, despojarme del dolor.
Me prohibí hablar a otras personas, 
me encerré en el reconcomio que me consumía.

Lloré, 
lloré de día, 
lloré de noche, 
lloré mientras lloraba, 
caí en el más profundo abismo de mi ser.

Ahora lo puedo recordar, 
ahora puedo reconocer que naufragué en mi pandemónium, 
morí y cavé mi propia tumba, 
oré por mí: mi duelo latente.

Es así como reconozco que desesperé cuando te marchaste,
que todos los demonios se tornaron contra mí, 
persiguiendo la razón por la que te alejaste.

Ahora cuando comprendo,
eres mi pasado.