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sábado, 11 de junio de 2011

Isis de la noche

Danzaba libremente por la niebla, 
brazos abiertos para tocar al viento mientras se mecía por el espacio como ave de mil plumas negras como la noche.
La luna la gestaba en lagunas mientras crecía siendo arboles. 

Ella cuidaba la oscuridad de aquellas torres de madera y con voz de niña, 
espantaba moscas con lucido empeño. 

¿Y que deseaba en las mareas del tiempo? 
¿Qué lograba atraer en su danza sutil por las tinieblas del silencio? 

Vampira de nombre ancestral, 
dueña de los demonios vagantes, 
resucitada noche hecha mujer.

 La veían salir de los arboles los príncipes azules,
 huían pálidos escondiendo su arrogante aliento para las gansas del pantano. 
A esta súcuba no se le podía caer con cuentos de triunfos mitológicos pueblerinos; no.
Esta penumbra con sensual forma era leyenda prohibida, 

 Altiva amante, 
más bien pensaba en guerreros, hombre solitarios con cicatrices de tiempo en guerras, transeúntes sin miedos a cuentos múdanos, capaces de ser pasajeros en su marchar intrépido. 

Ella con tiempo sin tiempo, 
alma azabache ilustrada con estrellas.
Había aprendido a ser niña y resulto ser eterna. 


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